Lo de este país es para
echarse a temblar, a veces no me importaría que cayera napalm y nos fuéramos
todos por el sumidero. Aunque otras veces, y pensándolo más fríamente dejaría
lo del napalm para acompañar el relaxing cup of café con leche de estos tontos
de serie que intentan llevar a cabo la labor de gobernantes serios y
comprometidos, que viven de lujo a cuenta de nuestra esfuerzos, a veces
llevándonos hasta puntos dramáticos.
Esta panda de golfos apandadores, rodeados de dinero en
negro, de tarjetas todo incluido, con saltos olímpicos por encima de la ley, y
con peticiones de indulto por no considerarse delincuentes. Que nos mienten ya
no solo para ganar unas elecciones, sino que lo hacen por vicio. Necesitan su
dosis de mentira diaria, mientras van
incubando poco a poco el germen de la politorexia, cada mañana se miran al
espejo y se ven más honrados que el día anterior, pero menos que el siguiente.
Esta enfermedad que se contagia de forma espectacular entre toda esta gentuza
que se creen los sheriff de sus ministerios, de los ayuntamientos, de los
puestos de consejeros de las cajas de ahorros…
Pero dentro de esta granja de ineptos, hay varios casos
que me dan más miedo que los otros, por su ignorancia supina, por su maldad escondida
bajo una capa de despiste, de
inconsciencia a veces fingida, otras no tanto. Como podemos entender sino, metidos
de lleno en el siglo XXI, que la virgen de tal sitio, o el santo de tal lugar
va a ayudarnos salir de la crisis, como dice la ministra de trabajo, y que
cuanto más les recemos más bajo será el número de parados, o más alto nuestro
sueldo. Desde luego cada cual puede creer en lo que le parezca, pero en su
casa. Un ministerio no es lugar para dar sermones, ni para condecorar
esculturas vestidas con ricos ropajes, por muy meapilas que se sea. Cada cosa
tiene su lugar, y el que no entienda esto no debería dedicarse al servicio
público de una ciudadanía complicada, creada por una amalgama de creencias, de
opiniones y de ideas, todas ellas licitas y respetables.
Lo mismo ocurre con otra ministra que está metida hasta
las trancas en el basurero de la corrupción patria. Otra a la que no le consta
nada de nada, y que ni siquiera fue consciente de que su marido tenía un coche
de alta gama pagado con dinero poco-nada- licito, y que pasó años aparcado a la
puerta de su propia casa. La misma que ayer, cuando le estalló en la cara,-esa
que tiene más dura que el hormigón-, el primer caso de ébola contagiado en territorio
europeo, fue obligada a dar la cara-a intentarlo al menos-, sin contestar a nada,
sin dar datos, sin saber cómo se contagió la sanitaria, sin saber nada de nada.
Y realmente teniendo solo una cosa clara, que ella no va a dimitir, faltaría
más. A pesar de que juró y perjuró cuando llegó el primer enfermo desde Liberia
que todo estaba controlado, y que no había ningún riesgo de contagio por
pequeño que fuera. A pesar de que en el año 2009 aseguraba que una ministra
debería evitar que una enfermedad se propague, o dimitir-evidentemente ella
estaba en la oposición por entonces, y ahora curiosamente no se acuerda de sus
declaraciones-.
Fue
una rueda de prensa patética y que solo sirvió para dejar más claro su
ineptitud genética, su falta de carisma, el peligro que supone una persona así para
cualquier sociedad y más cuando ella tiene en su mano-y sin tener ni idea de
medicina- el ministerio de sanidad de un país. Mientras que su labor principal
en el ministerio ha sido desmantelar la sanidad pública, y dejarnos a los que
no tenemos tarjetas de las de todo pagado de la caja de ahorros de turno con el
culo al aire.
Y para colmo la historia berlanguiana apareció hoy, y se
dividió en dos partes, la primera de ellas es la llegada a España de sor
Paciencia, la monja que trabajaba con el primer sacerdote que falleció en el
Carlos III. Sí, la misma a la que el gobierno de Rajoy se negó a traer a España
para ayudar a curarla porque no era española, porque la humanidad de estos
políticos acaba allí de donde no llegan votos. Y que curiosamente, ahora si la
han traído rápidamente para que haga una transfusión a la enferma recientemente
contagiada, pues su sangre cuenta con los anticuerpos al haber superado la
enfermedad con mucho sufrimiento, a pesar de ser abandonada a su suerte.
Pero
cuando aún estábamos sorprendidos por la notica, y por la generosidad de esta
mujer llegó la segunda parte. Pues aparece la Comunidad de Madrid poniendo en
busca y captura al perro de la enferma con intención de sacrificarlo, a pesar
de la lucha del marido de ésta para evitarlo. Y todo porque al tonto del
ciruelo de turno se le ha ocurrido que el perro es un peligro porque ha tenido
un contacto íntimo con la enferma, y quieren picarle el billete al pobre animal
a pesar de no haya ninguna prueba de que esté enfermo o pueda estarlo.
Pero ya saben, cuando los tontos supinos que
nos gobiernan ven un peligro grave y no una solución coherente disparan
cañonazos hacía todos los lados. Y esta vez le ha tocado a un perro fiel, indefenso,
un perro cariñoso y que daría la vida por su dueño-como la mayor parte de estos
animales-. Cuando a lo mejor deberían ver como máximo peligro en este caso, a
los responsables políticos que se llenan la boca hablando de lo bien que
funcionan los protocolos en este país, cuando todo es mentira. Cuando a los
profesionales de la sanidad no se les ha enseñado como enfrentarse a estos
casos, cuando el material que se les da para que trabajen deja mucho que
desear, y cuando juegan con la vida de esta gente generosa, que da su vida
literalmente por ayudar a las personas que los rodean, y también con la
nuestra, como si esto fuera una ruleta rusa. Pero, qué podemos esperar cuando
la encargada de mantenernos a salvo de una pandemia no sabe ni donde tiene la
mano derecha.
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