A ti, que has luchado tanto, a ti, que tantos quebraderos de cabeza-algunos absurdos, producidos por la insensatez de algún profesor-, has sostenido sobre tu cabeza, a ti, que tantas veces te has preguntado- y sin duda aún te preguntas-, para que sirve lo que hago, a ti, que tantas solitarias horas has pasado delante de unos folios, manuscritos o a ordenador, con la sola compañía de una lampara flexo y tu inseparable taza de café, a ti, que sin duda has sentido en algún momento como te daba una vuelta el estomago, sobre todo justo en el momento de entrar a un examen, a ti, que has padecido muchas-o todas-, estas situaciones, a ti, va dirigida esta misiva.
Muchos comenzamos nuestros estudios animados, risueños, diciéndonos que ahora si, ahora estoy haciendo lo que quiero, ahora tengo yo la sartén por el mango-ingenuo de ti-. Lejos de esos profesores de instituto, que te obligaban a estudiar cosas que maldita la gracia que te importaban, esos, que se empeñaban- unos, no todos-, en minar tu moral y a decirte que no valías para estudiar, que tu futuro estaba lejos de los libros. Mientras, otros-más cercanos a tus intereses de estudio-. Se esforzaban en animarte, en arrimarte el hombro todo lo posible para que salieras adelante y llegaras a terminar el bachiller, y pudieses optar a estudiar la carrera que te gustaba. Si, una licenciatura de letras, que tuviera que ver con historia, con arte, con lengua española, con literatura y con música. Muchos de estas personas, aún hoy, ya licenciado y con toda la mili que llevas a cuestas, son amigos, les ves de vez en cuando- en mi caso-, y te tomas unas cañas con ellos, recordando viejos tiempos, y viejos enemigos, que por entonces, desconocías que en realidad eran enemigos comunes.
Hoy, cientos de libros sobre la temáticas antes expuestas, llenan las estanterías de tu casa, junto a numerosas novelas, y al lado de los primeros libros-unos clásicos, otros no-, que tus padres compraron o te cedieron, para ver si el gusanillo de la lectura te picaba en el orgullo. Orgullo, que ellos defendieron en tu nombre, mientras te encontrabas realizando los estudios secundarios, y orgullo que defendiste tu, estando ya en la facultad. Unos, os aferrasteis para defenderlo a las asociaciones de estudiantes, o a los sindicatos estudiantiles, y otros, seguro-como en mi caso-, lo hicisteis por cuenta propia- a mi siempre me ha gustado cazar solo-.
El caso, es que creías, que ahora venia lo bueno, lo fácil, a fin de cuentas-pensabas-, voy a hacer lo que me gusta, no voy a tener problemas en estudiar, es lo que quiero. Comenzaste a conocer personas desde el primer momento que entraste en el aula asignado, muchas de ellas, no te volverán a dirigir la palabra durante el resto de la carrera. Esto es así, lo creas o no. Pero poco a poco, vas encontrando tu sitio, tus amigos y tus enemigos, la gente con la que seguirás viéndote, cenando y tomando cañas después de que la universidad te expida el maldito papel, en el que confirma que eres licenciado de tal o cual materia, papel, que cuesta un testículo de palmípedo conseguir-tanto en lo económico, como en lo administrativo-y eso tratándose de una universidad pública. Lo cierto es, que esas personas es lo que realmente te llevas de tus años de estudiante, eso y el titulo, por supuesto.
Otro gran recuerdo de tu paso por la facultad, serán los viajes- sobre todo en el caso de mi licenciatura-, siempre tendrás el recuerdo de haber viajado con tus amigos de la facultad, por toda Europa y por parte de América, esos recuerdos, siempre se sobrepondrán, a los malos que también los hay, por supuesto. Una licenciatura- a pesar de ser de letras-, no es un camino de rosas como muchos creen. Todos, a lo largo de nuestros estudios, nos hemos encontrado con pequeños dictadorcillos, parapetados detrás de su titulo de doctorado, que lanzan bombas de racimo en forma de perorata intragable sobre su alumnado, y que intentan diezmar al enemigo con notas bajas y regalando coces y exabruptos a diestro y siniestro, cuando se te pasé por la cabeza ir a una revisión de examen, incluso en ocasiones, no dudarán en insultarte o decirte que mejor te dedicaras a otra cosa. Simpáticos imbéciles.
Pero, después de pensarlo mucho, y con el cinismo ventajoso que te ofrece el paso del tiempo. Tiempo que te deja una cicatriz superficial, fácil de olvidar, pero que siempre veras cuando te mires a un espejo-a modo de aviso, para que no te duermas-, entonces, podrás decir, con total tranquilidad, y con la saliva resbalándote por el colmillo, que el tiempo sin duda, pone a cada uno en su lugar, y que tarde o temprano, ese tiempo que en un momento corrió en tu contra, te dará una satisfacción.
Otro tema distinto, son las sensaciones de desamparo, de abandono y de mala leche progresiva, fruto de varias estupideces, como la de un rector endiosado, la de unos ministros o ministras de educación y cultura, que no tienen ni educación ni cultura, y de compañeros correveidile, que mientras te ponen buena cara, afilan el cuchillo cainita de la envidia y el deshonor. Pero para estas y otras cosas-algunas también agradables-, habrá tiempo la próxima semana.