Como tantas
cosas, tantas batallas, tantas luchas, tantos personajes de la historia de este
viejo, desagradecido, cainita de muelle flojo, y perro patio de vecinos, a lo
que algunos nos empeñamos en llamar España, la de hoy, es también, y sin duda
una de esas historias, que no salen en libros de texto, ni en diccionarios
biográficos de gobiernos oportunistas. Y si me permiten la afirmación, según muestra
la deriva del país, dudo mucho ya, que ningún día vaya a hacerlo, pues en esta
espiral de lo políticamente correcto, estamos abocados a la estupidez vitalicia
de los mafiosos con valija diplomática, que son más de cogérsela con papel de
fumar, que de saber valorar la historia de su país, y de sus paisanos.
Supongo que esto es así por varias
razones, porque el héroe-o casi-, en cuestión, no vestía lindas ropas, ni se
lavaba los dientes con pasta de marca-ni con nada-, posiblemente era alcohólico,
como todos los marinos de su época. No corría tras una pelota de cuero cosida
por niños en algún país del medio oriente, no se engominaba, ni usaba litros de
colonia-si algún liquido usaba por litros, sería el ron o alguno semejante-. Ni
llevaba un grupo de fans quinceañeras detrás, mojándose las bragas-chop, chop,
chop....ya me entienden-, cada vez que este guiña un ojo, o se atusa el
cabello. Es más, en una sociedad como en la que hoy vivimos, nuestro amigo sería
un paria, un marginado social, un tipo de esos, de los que al verlo te cambias
de acera, o te diriges como un resorte a la otra punta del vagón del metro, o
de donde toque. Hoy pediría dinero en la Puerta del Sol, o en la Calle Postas,
enseñando sus muñones de guerra. A nuestro paso, casi lo escupiríamos,
llamándolo parásito social. Por suerte-para él y para nosotros-, nació en una
época donde el país no estaba atiborrado de estúpidos salvapatrias de traje y
corbata, cuyo mayor mérito es cantar por las mañanas, a veces en coral.
Hablo de Blas de Lezo y Olabarrieta,
también conocido como “el medio hombre”, por la cantidad de heridas de guerra
que fue coleccionando a lo largo de sus andanzas. Natural de Pasajes de San
Pedro, Guipúzcoa, y de profesión militar y pirata-dependiendo del día y de la
bandera del barco al que se enfrentaba-. Con 17 años ya era guardiamarina de la
escuadra francesa, escuadra donde había estudiado. Pues marino de nacimiento,
se vio en medio del capricho del rey francés Luis el catorce, el cual se empeñó
en que hubiese un mayor intercambio entre las escuadras españolas y francesas,
supongo, que así llegado el momento de la traición, poder acuchillar por la
espalda lo más cerca posible, y con mejor certeza al vecino.
Su vida fue rápida y fructífera,
también lo fueron sus puestos y sus andanzas, pronto consiguió un nuevo rango, tras defender los sitios de Peñiscola
y Palermo, fue ascendido a teniente de navío. Destinado en Tolón, allí,
combatió el ataque que a esta plaza le dio el Duque de Saboya en el año 1707.
De Lezo luchó con su acostumbrado saber estar y serenidad, defendiendo hasta la
última carga el castillo de Santa Catalina, tanta fue su tenacidad, que perdió
el ojo izquierdo. No se achantó ni ante el ejercito del rey Felipe V, pues en
una de las ocasiones en la que este asedió y cerró Barcelona, Blas de Lezo
encargado de los cargamentos de munición y viandas que llegaban desde Francia
para apoyar a la Ciudad Condal, rompió el frente de una forma espectacular y
peligrosa, pues prendió fuego a parte de sus buques, lanzándose contra los del
rey, detonado a la vez sus cañones, así ante la estupefacción del enemigo, se
coló en la costa catalana.
Muy buena cuñao, ese tipo sí que tenía cojones, jaja.
ResponderEliminarLos tenía muy bien puestos, pero eso queda mal decirlo en los colegios y en las universidades, no sea que los alumnos se traumaticen.
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