Estudiamos juntos, codo
con codo, compartiendo pupitre, sueño, y aumento de
dioptrías-supongo-, tras pasar más de siete horas al día, cinco
días a la semana, en un aula en semi oscuridad, observando filminas
y diapositivas. Cuando nos conocimos yo era un crío, un cachorro que
entraba por primera vez en una universidad, que se quería comer el
mundo, y lo que es peor, que pensaba que iba a comérselo, que nadie
como él había entrado nunca por esa puerta del templo de la
cultura.
Él, por otro lado,
llevaba mucha mili a las espaldas, quizás demasiada, viejo
comisario, ya jubilado, hijo también de comisario. Él, lo fue
durante años de dictadura, de transición, su padre, comisario en la
misma ciudad, lo fue durante los años de la segunda república, y
estuvo en el frente durante la guerra civil, luchó por lo que
pensaba que era su deber. En Madrid, en la universidad complutense,
junto a las Brigadas Internacionales, intentando que los sublevados
no entraran en Madrid. Ya saben ¡No Pasarán!, pero que al final si
que pasaron, y como pasaron.
Recuerdo muchas
anécdotas que me contaba durante los descansos entre clase y clase,
ya saben, entre arte del antiguo Egipto e historia contemporánea de
Alemania, mi amigo el ex comisario, me soltaba una batallita propia,
o ajena, de su padre o de algún amigo que aún sigue vivo, y ahora
estudia filosofía en la universidad de en frente.
Nunca le oí referirse a
los acontecimientos en los que aparecían dependiendo del día, de la
época, de la situación del país, o de si la batalla era suya o de
su padre, de modo despectivo o partidário. Daba igual que los
protagonistas fueran brigadístas, quintacolumnistas, de la ugeté,
de la ceeneté, o de la Ceda, que el tipo hubiera hecho la mili en
los Regulares de Ceuta o Melilla, o de que lado del frente dieran al
contrario las suyas y la de su prima la de Alpedrete, en la batalla
de Guadarrama. No importaba, si el que salia perdiendo era un
comunista intentando pasar desapercibido en el Madrid del 45, o era
un gris, chusco y de mala catadura, que mascaba tabaco mientras
sacudía a algún estudiante que pedía amnistía para sus
compañeros. No importaba, ya les digo, nunca le escuché condenar a
unos o a otros, decir que unos eran los buenos y otros los malos, que
si este tiene razón y aquel es un descerebrado. Nunca, se lo prometo
por mis Asterix. Él hablaba, contaba y después callaba, nos miraba
y cuando aún se podía fumar, encendía un cigarrillo negro,
después, sacaba un caramelo de menta y chascaba la lengua. Tras
ello, nos decía desde lo alto de la atalaya que le donaba la
experiencia recibida: pensadlo chicos, no todo lo que dicen los
libros tiene que ser como dicen, no olvidéis que los libros los
escriben personas, igual que los periódicos. La verdad esta en los
libros, es cierto, pero para atisbarla, hay que leer muchos, comparar
y pensar, sobre todo pensar.
Es cierto, unos cuantos
años después, lo veo claro, pero también veo claro, que además de
leer muchos libros, varios periódicos al día, de todas las
tendencias políticas y lo mismo con las radios, me atrevería a
añadir, que hay otra cosa importante, y esa es escuchar, escuchar y
escuchar, el doble o el triple que hablar, escuchando se aprende más
que leyendo-o casi-, sobre todo cuando el que habla tiene mucho que
ofrecer. Ese es uno de los errores claros de la juventud de hoy,
creemos que lo sabemos todo, solo por haber leído un libro, por
haber escuchado una opinión de un profesor, de un periodista, o de
cualquier cantamañanas que sale en la televisión. Pensando que
tenemos la verdad, la única y que nadie podrá ofrecernos nada
nuevo, nada que no sepamos.
Una de las historias que recuerdo con cariño, fue una que nos contó en la puerta del Museo del Prado de Madrid, una lluviosa mañana del mes de diciembre. Eran los últimos años de la dictadura del caudillo, la situación estaba muy movida en todo el país, también lo estaba en la ciudad donde él llevaba a cabo su labor como comisario principal, uno de los detenidos esos días en la zona, era uno de los delincuentes más peligrosos de la región, a sus espaldas más de cincuenta atracos a mano armada, un secuestro, y cuatro o cinco fiambres. Detenido en la comisaria central, encerrado sin derecho a comer, hasta que no soltara todo el hilo que tenía enmarañado en su cabeza, y en el expediente que el comisario tenía entre sus manos. Así pasaron las horas, supongo que alguna que otra paliza le caería en el calabozo-no estaba el aceite para buñuelos en España, y tampoco eran tiempos para la lírica-. Cuando ese día llegó la hora de comer y de cenar, mi amigo el ex comisario salió a la tasca más cercana, tras llenar la barriga, compró un bocadillo de embutido-tanto a la hora de comer, como a la de cenar-, y en ambos momentos, al entrar en la sala donde estaba el detenido, se lo ofreció, diciendo: “ Anda, toma come, que estos te quieren matar de hambre. Pero yo eso tampoco voy a permitirlo”. El reo comía, sin abrir casi la boca, sin agradecer que el comisario, le pagara la comida de su propio bolsillo.
Pero ese agradecimiento
llegó días después, pues en un intento de fuga, este delincuente,
hirió a varios policías, no recuerdo si tras su actuación murió
alguien, pero cuando estuvo a punto de huir, el comisario se le planto delante, el delincuente levantó el arma y le apuntó al pecho, pero,
al darse cuenta que la persona que estaba ante él era el comisario
que le había subido los bocadillos, apartó la pistola y lo golpeo
con la culata en la cara, dejándolo herido, pero sano y salvo. Tras
ser de nuevo detenido y puesto a buen recaudo, mi amigo el ex
comisario le preguntó el porque de su acto. A lo que él contesto
sin más: “Eres el único polizonte que me ha tratado como un ser
humano, no merecías morir de una forma tan cruel”.
Hoy me acordaba de esta
anécdota, que mi amigo nos contó con todo lujo de detalles,
mientras nos calábamos hasta los huesos en la puerta del museo más
importante de España. La he recordado con más cariño si se puede,
pues mi amigo no murió de una forma cruel aquel día, sino que lo ha hecho
ayer, en su casa, rodeado de su familia. Que la tierra le sea leve.
Muy bien escrito tio, te felicito y que DEP tu amigo...
ResponderEliminarMuchas gracias, un abrazo.
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