La
tranquila tarde del 20 de julio de 1968 no parecía distinta a las otras. El
clima cálido de aquella época en las Canarias acompañaba al motopesquero El
Fausto cuando arribaba al embarcadero de Las Puntas, junto a las costas de La
Frontera en la isla del Hierro, portando plantones de plataneros para una finca
del valle del golfo de la isla. Esa misma madrugada, la del 21 de julio volvían
con el trabajo realizado al puerto de Tazacorte en la Isla de la Palma.
Justo antes de partir del puerto de
Las Puntas, un hombre joven, mecánico y paisano de la isla les pidió que por
favor le acercaran hasta casa, pues era tarde y su niña recién nacida se
encontraba enferma. Ellos conociéndolo le dijeron que claro, además ese día los
tripulantes no eran cuatro como solían, sino tres, pues uno de ellos había
decidido quedarse en tierra celebrando las fiestas patronales de la localidad.
Deberían haber llegado a sus casas seis o siete horas después. Pero algo fue
mal.
El barco se retrasaba más de lo
normal, las familias preocupadas se pusieron en contacto con el propietario de
El Fausto, y éste inquieto por no saber nada de sus chicos alertó a la
ayudantía militar de marina de Santa Cruz de la Palma. Ellos, mediante la
estación de radio dieron el primer toque a los barcos que se encontraban en la
zona por si veían algo extraño, pero nadie vio ni escucho nada, a pesar de que
El Fausto tenía prácticamente catorce metros de eslora.
Hasta que la madrugada del día 25 un
buque inglés, de nombre La Duquesa, dio con El Fausto a 95 millas de la Palma,
según el capitán los encontró cansados, y aseguró que en un primer momento decidieron
quedarse a bordo del buque, pero que después cambiaron de opinión y prefirieron
volver a El Fausto para continuar camino a casa. El capitán del buque inglés,
Raimon Philips les marcó rumbo y les dejó agua, víveres y gasoil para 18 horas
de navegación. Poniéndose a su vez en contacto con la estación Radio Costera, avisando
de que El Fausto llegaría al puerto de Tazacorte a lo largo de la siguiente
tarde. Pero de nuevo esa llegada nunca se produjo.
Así pasaron los días, el SAR de
Canarias comenzó a buscar la embarcación, tanto por mar como por aire,
movilizando al avión Heinkel He-111 de la base de Jerez, el hidroavión de alto
alcance Gruman Albatross que se encontraba trabajando en la Punta de Igualada
al oeste de La Gomera, la fragata Magallanes, el hidrográfico Castor y los remolcadores
de la armada RA-2, RA-4 y RA-5. Incluso se intentó movilizar un avión de largo
alcance que pertenecía al SAR de Dakar, pero no se encontraba disponible. Como
ven fue un dispositivo de altura, y de carácter internacional. Se peinó una
superficie aproximada a la de la Península Ibérica, llegando a gastar más de un
millón de pesetas en el infructuoso rescate. Tras diecisiete días, el día 7 de
agosto las autoridades dieron por finalizada la búsqueda de El Fausto
oficialmente. Lo que en un primer momento se creyó una leve avería de motor,
que hubiera llevado al motopesquero a mar abierto por culpa de viento del
nordeste, se había convertido en una extraña desaparición.
Hasta que el 9 de noviembre del año
1968 llegó una nueva noticia al archipiélago canario, el carguero genovés Anna
Di Maio, que se dirigía a Panamá para cruzar al Pacifico encontró El Fausto a
unas 1200 millas de Las Canarias, y casi a mitad de camino de Venezuela. La certeza
de la noticia se llegó cuando el capital del Di Maio confirmó la matricula del
motopesquero español. En esa primera comunicación informaron que habían
encontrado un único hombre muerto a bordo, éste apareció en la sala de máquinas
semi-momificado, debido a la falta de ingesta de agua. Pero gracias a una marca
de nacimiento la familia pudo reconocer a Julio García Pino, justamente el
único ocupante que no era tripulante del barco, sino el palmero que se había
subido a la embarcación para que sus tripulantes lo acercaran a casa, junto a su
mujer y su hija. También en este primer mensaje los marineros avisaron que no
había ningún tipo de papeles a bordo, ni rastro del rol, del flete o de cartas
náuticas entre otros.
Poco después llegaría una segunda
comunicación contradictoria, en la que se decía que se entregarían los papeles
encontrados a bordo a las autoridades judiciales en Puerto Cabello, localidad
venezolana donde el Di Maio iba a realizar una escala técnica. Con este segundo
mensaje llegaría también la tercera y definitiva desaparición de El Fausto.
Como confirmarían en la rueda de
prensa ofrecida en tierras venezolanas por los tripulantes del carguero
italiano, el barco con nombre El Fausto había desaparecido de forma misteriosa
a eso de las seis y media de la madrugada, después de que el capitán ordenara
vigilancia del motopesquero, que se llevaba a la pendura del carguero atado con
un mecate muy grueso y del cual en un momento de despiste desapareció. Nunca se
supo si se soltó, lo robaron o algún elemento chocó contra El Fausto, abriéndole
una vía de agua y llevándole al fondo del Atlántico.
En cuanto a los papeles que
entregaron a las autoridades pertinentes, se trataban de una especie de diario
que llevaba encima el único cadáver encontrado, era una libreta de anillas, de
las que muchos llevamos encima para anotar cualquier cosa. La libreta contaba
con 28 páginas, pero solo apareció en si interior la última, las otras 27
anteriores habían sido arrancadas. En la última se podía leer a modo de
despedida, con mala caligrafía y a lapicero el adiós del finado a su mujer, en
el que le decía que no le contara a su hija como había acabado. Lo cierto es
que esa última hoja, era el final de un relato narrado con todo lujo de
detalles y pormenores de la historia que habían vivió los tripulantes de El
Fausto. Pero nunca se recuperaron esas veintisiete páginas, que aclararan el
misterio. Al igual que nunca se volvió a saber nada del cómo, ni del porqué de
la misteriosa desaparición de El Fausto y de sus otros tres tripulantes.
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