Supongo que a muchos de
ustedes les está ocurriendo estos días lo mismo que a mí, al ver el movimiento
de desobediencia civil en el centro de la ciudad china de Hong Kong. Ya saben,
esas protestas pacíficas que piden que las próximas elecciones del año 2017 en
la ciudad del sur de China sean democráticas, y no tenga efecto la reciente
resolución aprobada por el gobierno chino donde se limitan los candidato que puede
presentarse a la elección. Movimiento que bebe del “Occupy Wall Street”, una
rama de acción protesta pacífica que nació del 15-M, y que en Hong Kong recibe
el nombre de “Occupy Central”.
Y
es que como si fuera un trabajo de memoria, mientras leo los periódicos estos
últimos días, de vez en cuando no puedo evitar traer a mi mente las imágenes
del desalojo violento de la plaza de Tian’anmen en el año 1989. El cruel ataque
hacía la gente que se habían reunido allí pidiendo justicia hacía la figura de
Hu Yaobang, el que fuera Secretario del Comité Central del Partido Comunista de
China. Un hombre de corte liberal, defensor de la democracia, de la libertad de
prensa y perseguidor de la corrupción política. Un tipo querido por los
universitarios chinos y que fue apartado de su cargo de forma extraña.
Si bien esa manifestación fue sangrientamente sofocada,
acabó abriendo una grieta en el pétreo seno del Partido Comunista, un cisma
entre los que apoyaban la intervención, y los que se negaban a sofocar las
protestas pacíficas de una forma tan sangrienta por parte del Ejército Popular
de Liberación. Esta historia que dejó perplejos a los ciudadanos occidentales,
se vio rápidamente secuestrada por el gobierno Chino, desapareció de la prensa
y por supuesto de los libros de historia. La mejor forma de evitar que esto se
repitiera, era que las nuevas generaciones no oyeran hablar de ello.
Todo esto, acabo trayéndome a la cabeza a un compañero
chino de estudios que conocí mientras realizaba un máster. Un día tomando café
saqué a relucir la historia de Tian’anmen, e incluso le mostré la famosa foto
tomada por Jeff Widener con el hombre frente a los tanques. Pero nada, me miró
como si le hablara en chino-y nunca mejor dicho-. Al día siguiente, le presté una
pequeña obra publicada sobre el asunto por una revista mensual internacional. Y
yo, me puse a investigar más sobre el tema de la censura china en cuanto a las
protestas de 1989.
El caso es, que tras mucha búsqueda y varias consultas di
con un diccionario realizado por intelectuales de origen chino que se
encuentran fuera de su país, en este diccionario se encargan de recoger
términos y realidades políticas, sociales y económicas de China. Y allí pude
aclarar ciertas dudas que me asaltaban desde la conversación con mi amigo.
Resulta que evidentemente el violento desenlace fue
olvidado conscientemente en los libros de texto, y obligado al olvido por parte
de la población bajo duras penas de
cárcel. Pero muchos intelectuales se siguen haciendo eco de ello-o al menos
intentándolo-, buscando la puerta al mundo que representa internet. En china el
término 4 de junio de 1898, día en que se produjo la masacre contra los
manifestantes-o como es conocido allí “el 6,4”- está totalmente vetado en la
red, y es eliminado de forma instantánea. Aunque muchos internautas intentan
saltarse los filtros del gobierno, y colar información sobre el tema usando el
término 35 de mayo (31 de mayo, más los cuatro días de junio). Es decir usan
esta cifra inexistente, como un nuevo giro lingüístico para saltarse la dura
censura de su país de origen, y así acabar con esta laguna de desinformación
creada por el gobierno. Aunque lo consiguen a duras penas.
Este año se cumplieron veinticinco años de aquel hecho
que abrió un cisma en el gobierno chino. Y ahora como en conmemoración de la
masacre, los jóvenes y no tan jóvenes ocupan, contra las órdenes del gobierno
de Pekín de nuevo el centro de otra ciudad, pidiendo de nuevo una apertura
democrática en su país. Esperemos que esta vez se consiga un avance, un
acercamiento, un dialogo, y la protesta pacífica de Hong Kong no termine con
decenas de muertos y otros veinticinco años más de desinformación.
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