Pedro
es autónomo, regenta un pequeño supermercado en su barrio de toda la vida. Un
barrio obrero. Es de derechas, o eso cree él. En el supermercado suena la COPE
a diario, y a diario también lee el ABC mientras toma café en el bar del
barrio, el bar de Paco. Paco también es autónomo, y también es de derechas.
Ambos tienen un hijo, el de Pedro es científico y mal vivía con una beca que
desde hace medio año ya no tiene. Está pensando en irse a trabajar a una
empresa alemana, en donde le ofrecen un sueldo mínimo y un trabajo máximo. El
hijo de Paco, ayuda a su padre en el bar después de que la planta de
embotellado de un famoso refresco de cola, realizara un ERE y echara a más de
800 trabajadores, a pesar de haber tenido pingües beneficios económicos el año
anterior.
Pedro y Paco son votantes del pepe, aunque ambos en
alguna ocasión han votado al pesoe, no por convicción, sino por castigo a los
partidos gobernantes. Algo muy típico en el suelo patrio, lo de no votar para
premiar, sino votar para castigar. Lo cual en los casi cuarenta años de
democracia, y más desde que se aferró para desangrarla a ella el bipartidismo
es una técnica muy extendida. Algo tan español que duele.
Ninguno
de los dos traga con las ideas de “la izquierda” como ellos dicen. Tienen miedo
de que les quiten las casas o que les nacionalicen el supermercado o el bar.
Supongo, que a un par de autónomos del montón les viene mucho mejor las
políticas neo-liberales de privatización a mansalva. Es curioso, sus hijos
nunca se habían preocupado de la política, pero según han avanzado los
acontecimientos se han ido despegado poco a poco de la ideología de sus padres,
hasta colocarse casi en la otra punta. Ninguno entiende al otro.
Pero
es que la sociedad que conocemos, o que creemos conocer toca a su fin. Y ellos
lo saben. Como ejemplo tenemos lo que nos está viniendo encima y que ni siquiera
nos olemos. Estados Unidos y la Unión Europa llevan años discutiendo un nuevo
tratado de comercio, que hará que lo que ahora conocemos como la gran crisis
económica se convierta en un juego de niños. Y mucha gente, que malvive
explotada lo ve venir. Me refiero al Tratado Transatlántico de Comercio e
Inversión, conocido por sus siglas en inglés: TTIP. Un tratado que se está
negociando totalmente a espaldas de la sociedad, sus conversaciones son totalmente
secretas, a excepción de las filtraciones que llegan cada cierto tiempo. Lo que
sacamos en claro de estas filtraciones es que lo que están negociando; al
ciudadano de andar por casa-es decir a usted y a mí-, nos parte por la mitad. Este
acuerdo, es una copia del tratado del NAFTA, entre EE.UU, México y Canadá, y que prometía miles de empleos. Acabó con
28.000 pequeños comercios mexicanos desapareciendo, y con dos millones de
mexicanos en quiebra, por no hablar de los 682.900 puestos de trabajo que se
perdieron en EE.UU debido a este acuerdo. El famoso TTIP, iba a denominase en
un principio TAFTA, pero la idea fue desechada por los grandes lobbies que
llevan las negociaciones tanto del lado Norteamericano como Europeo. Por lo
mucho que recordaba al tratado anterior, y temían que ese recuerdo hiciera que
las protestas contra el nuevo Tratado Transatlántico aumentaran.
Los
políticos europeos preguntados por el tratado, dicen que es una mejora para los
ciudadanos-¿cómo podemos pensar que los políticos pueden condenarnos a la
pseu-esclavitud para enriquecerse más?-, que crearán miles de puestos de
trabajo-¿A qué les suena el cuento?-, y que traerá riqueza. Lo que no dicen es
que la riqueza vendrá solo para ellos, y para las empresas y los lobbies que se
están batiendo el cobre en las negociaciones opacas a puerta cerrada y
giratoria.
Este
Tratado según sus detractores-que cada vez son más-, abrirá las puertas de
nuestros hogares a las políticas Norteamericanas, la privatización de los servicios
sociales será total. Y lo que es peor, el TTIP, permite a estas empresas
privadas, y a sus lobbies feroces demandar a cualquier gobierno que no cumpla
con lo que les pide. Es decir, imaginen que nuestro gobierno decide invertir
dinero en la sanidad o en la educación pública, pues bien, las empresas
privadas que se ocupan de la sanidad y la educación tendrán todo el derecho a
demandar al estado por romper unilateralmente el contrato. Esta política solo es de ida, pues los gobiernos no pueden hacer lo mismo con las empresas. Evidentemente todos
los gastos los pagaremos los de siempre. Cómo ejemplo lo ocurrido en Uruguay
cuando la tabaquera yankee Philip Morris demandó al gobierno por las leyes
antitabaco, o cuando Aguas de Barcelona demandó millones al gobierno Argentino cuando
éste congeló las tarifas para salir del Corralito. Estas empresas privadas
denunciaron los hechos ante tribunal de arbitraje-la justicia ordinaria no
tiene nada que decir en esto-, formado por tipos pertenecientes al propio
lobby de la empresa denunciante. Se imaginarán con que resultado.
Pero
no solo eso. Sino que el TTIP abre la puerta a los productos transgénicos, que
a día de hoy se mueven a sus anchas por los supermercados de EE.UU, pues allí
es el individuo el que debe demostrar que los productos comercializados son peligrosos
para la salud pública, no como ocurre en Europa, donde un producto debe
demostrar que es sano antes de comercializarse. Lo mismo ocurre con el Fracking
o Fractura Hidráulica usada para buscar gas destruyendo todo lo que se pone a
su paso. De nuevo, Europa es mucho más restrictiva con esta política, se niega
a usar cualquier tipo de producto tóxico que pueda contaminar acuíferos. En EE.UU
tienen libertad para usar lo que quieran. ¿Qué tipo de política creen que se
aplicaría a la totalidad? ¿La restrictiva de Europa, o la capitalista e
invasiva de EE.UU? Yo lo tengo claro.
Por
eso Pedro, mira raro a su hijo cuando le cuenta esto, como si los rojos le hubieran comida la cabeza,
incluso está a punto de decirle a su hijo que se vaya a Cuba. Lo que no se
imagina es que si siguen adelante las políticas neo-liberales, y se aprueba el
TTIP, tal vez su supermercado desaparezca y se abra una macro cadena
norteamericana, y él sea un reponedor de Wegmans
o de Winco Foods, por 500 euros al
mes. Y ya no pueda tomarse el café en el bar de Paco, porque ahora Paco le
sirva un café aguado en un Starbucks,
o similar por culpa de un Lobby feroz, al que no le importan las personas. Y
entonces se den cuenta de que no, que en realidad no eran de derechas.