En la mayor de las profundidades de los Urales Rusos corre el frío agua del río Techa. Es muy normal que a muchos de ustedes no les suene el nombre. No es un gran río Europeo, ni tan siquiera es un gran afluente, ni navegan por él los grandes cruceros. Se podría decir de él que es un río tranquilo, estrechamente sinuoso. Pero si quisiéramos dar una definición correcta sobre él, deberíamos decir que es un río que trae la muerte en sus aguas. Unas aguas inodoras, pero opacas y de un color negro que avisa de su veneno mortal.
En su cauce, a apenas unos metros de él, se levanta una
población pequeña, un núcleo urbano que no va más allá de ser un humilde
pueblo, de nombre difícil de pronunciar; Muslyumovo. Un pueblo maldito como
tantos otros, y que a sus paisanos más cercano les encoje el alma solo con
oírlo pronunciar, solo con ver a algunos de sus habitantes. Apestados, unos
habitantes apestados por partida doble. Apestados física y socialmente. Ningún
habitante de las regiones cercanas quiere que sus hijos o hijas se casen o
tengan descendencia con los jóvenes de Muslyumovo. Ninguno quiere contar en su
familia con nietos enfermos, deformes…muertos.
La respuesta a todas estas incertidumbres, a esta
tragedia rusa se responde solo cuando alguien acerca un dosímetro al río Techa,
cuando éste aparato que mide la radicación ambiental comienza a emitir un
zumbido continuo y desagradable y marca más de 3.300 miliroetgens. Es decir una
cantidad de radiación trescientas veces superior a lo soportable por el cuerpo
humano. Mucha más radiación que la extendida en los alrededores de Fukushima
tras el terremoto, mucha más que la que extiende la muerte silenciosa que
acecha a Chernóbil. Mucha más que la que hizo de Prípiat una ciudad fantasma,
donde la naturaleza avanza devorando la arrogancia del ser humano.
Nadie debería vivir allí, éste pueblo situado cerca de la
ciudad de Chelíabinsk a unos mil quinientos quilómetros al este de Moscú
debería ser otra Prípiat, un lugar fantasma durante los próximos dos mil años.
Nadie debería pasear sus calles, ningún animal debería pastar sus campos
contaminados de muerte, nadie debería pescar en las negras y tóxicas aguas del
río Techa, nadie debería beber el agua de los pozos, ni de los grifos, sin
embargo lo hacen. Sus habitantes no tienen otro remedio, están condenados a
vivir allí, nadie los quiere fuera de esa zona, los temen desde hace sesenta
años. Desde que el aquel río cristalino se convirtió en la catarata silenciosa
e invisible de la muerte por radiación.
Desde que la planta nuclear de Mayak comenzó a contaminar
sus aguas. Produciendo durante décadas accidentes nucleares, igual a los más
graves de la historia, el último-conocido-, en el año 2000, cuando sus
reactores estuvieron a punto de fundirse después de estar más de una hora sin
electricidad, a punto de desgarrar de nuevo la ya castigada cara de los viejos
y despreciados Urales. Pero la más devastadora y grave fuga de radiactividad
ocurrió en el año 1957, cuando el tanque de residuos estalló y esparció la
parca de la radioactividad más allá de cuatrocientos quilómetros a la redonda
de la central. Pero estábamos en mitad de la Guerra Fría, y este caso como
muchos otros se tapó y escondieron por el bienestar del gobierno de turno.
El epicentro está en la cuenca del río Techa, en la
población de Muslymovo, donde sus habitantes cuentan con treinta años menos de
esperanza de vida que las zonas más apartadas y paupérrimas del país.
Supongo que usted, querido lector se preguntará como yo lo
hice en su momento, ¿Por qué esa gente sigue estando allí?¿Por qué no se les
lleva a un lugar más seguro? ¿Por qué no se aparta todo rastro de vida de la
zona contaminada? como se ha hecho en otros lugares contaminados por radiación.
Pues la respuesta es tan triste como inhumana, los intereses ocultos. Estas
personas son las únicas que durante generaciones han vivido en una zona
toralmente contaminada, que han permanecido viviendo y sin moverse de un área
con una radiación salvaje. Un lugar al que acuden centenares de científicos
para estudiar y realizar pruebas a la gente. Estudios por los que
alguien-supongo- se llevará buenas sumas de dinero.
Cierto es, que el gobierno ruso tomó una decisión cuando
el tema salió de sus fronteras, cuando fue acusado de inhumano, de dejar a los
cuatro mil habitantes a su libre albedrío. Esa solución fue coger a los
habitantes de Muslyumovo, a los hombres y mujeres del río Techa y moverlos del
foco. Colocándolos a dos quilómetros de distancia de donde se situaban antes.
¡¡¡A dos quilómetros!!! mientras que el radio de contaminación es de más de
cuatrocientos quilómetros de distancia.
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