A seis quilómetros de la ciudad bosnia de Srebrenica
se levanta el inmenso camposanto de Potočari, del cual emergen miles de
monolitos realizados en mármol blanco, rematados en forma de obelisco truncado
en la punta, sustituyendo ésta por una semiesfera. El lugar marca la tierra
donde descansan la mayor parte de las victimas del último gran genocidio
conocido-aunque a falta de datos, lo de Siria pinta que nos dejará alguna
escena similar, la forma de actuar y de dejar hacer se repiten. Solo falta
tiempo para saberlo-. El cementerio mira hacía las viejas instalaciones de las
Naciones Unidas, a modo de dedo acusador.
El 15 de julio de 1995, la localizad de Srebrenica,
al este de Bosnia y muy cerca de la frontera Serbia pasaría a los anales de la
historia gracias a la sinrazón, a los odios religiosos, al exterminio étnico y
a la inutilidad de las tropas de las Naciones Unidas. Los Balcanes llevaban
años en medio de un polvorín, desde que en 1990 cayera el comunismo de la zona,
y la vieja Yugoslavia comenzara a desgajarse en diferentes territorios. El Ejército
Popular Yugoslavo, intentó convencer a todos los líderes de los nuevos
territorios para declarar el estado de emergencia, y que de esa manera los
territorios de la antigua Yugoslavia fueran dirigidos por el ejército. A pesar
de que muchos territorios-entre ellos Serbia- lo vieron con buenos ojos, la
otra mitad de esos territorios-entre los que se incluye Bosnia- se negaron. En
junio de 1991, tras muchas discusiones sobre cómo debía funcionar el enorme territorio,
Eslovenia y Croacia se declararon republicas totalmente independientes de
Yugoslavia. Comenzaba así el fin definitivo de la República Federativa
Socialista de Yugoslavia, pero también comenzaba lo que sería a la larga, el
peor enfrentamiento desde la Segunda Guerra Mundial; la Guerra de los Balcanes,
y todas y cada una de sus escisiones territoriales.
Al mismo tiempo que las primeras repúblicas se
declaraban independientes, Slobodan Milošević
–en ese momento presidente de la República Socialista de Serbia, cargo que
abandonaría cuando el territorio se convirtió en la República de Serbia, para
pasar a ser nombrado presidente de la República Federal de Yugoslavia-y Franjo Tudjman-presidente de Croacia desde un
año antes-, decidieron mediante el acuerdo de Karađorđevo repartirse Bosnia-que
se encontraba en emergente independencia- entre Serbios y Croatas. Sin contar
por supuesto, ni con el gobierno ni con la población bosnia.
Pero Bosnia haciendo caso omiso al tratado que los
separaba entre croatas y serbios, declaró su independencia como país el 15 de
octubre de 1991, la nueva república de Bosnia-Herzegovina fue reconocida por la
Comunidad Europea y Estados Unidos unos meses después. Pero esos
reconocimientos internacionales no calmaron los ánimos, ni interiores ni
exteriores al nuevo país, además los gobiernos serbio y croata que se
consideraban dueños del territorio, no dejaron de dinamitar la convivencia
hasta que estalló la guerra civil en el interior de Bosnia-Herzegovina. La
guerra civil bosnia no fue una guerra civil al uso, sino que se convirtió en
una guerra religiosa, que dividió a la población en tres frentes; bosníacos
musulmanes, serbobosnios ortodoxos y bosniocroatas católicos. A pesar del
intento de paz por parte de las Naciones Unidas, y del envío de Cascos Azules a
la zona, la guerra en la frontera con Serbia entre Bosníacos-bosnios
musulmanes- y serbios fue una verdadera masacre.
Durante la denominada guerra de Bosnia, los serbios
se empeñaron en hacerse con el territorio bosnio como propio, al menos durante
el desmembramiento de la antigua Yugoslavia, para así poder agrupar a todos los
serbios en el mismo territorio. Para ellos era necesario controlar sobre todo
la zona central de Podrinje y la región fronteriza de Srebrenica. Sin esas áreas
no habría integridad territorial en su nueva entidad política, conocida por
ellos como República Srpska. El problema principal era que ese territorio
estaba habitado en su mayoría por bosnios musulmanes, y el gobierno serbio no
tenía ninguna intención de anexionar un territorio lleno de bosníacos. Fue por
ello por lo que se planteó llevar a cabo una limpieza étnica, un genocidio
contra la población musulmana de Bosnia. Los ataques contra la población
comenzaron en 1992, lo que obligó a una cantidad ingente de personas a huir,
para refugiarse en la ciudad de Srebrenica, que acababa de ser nombrada por las
Naciones Unidas como “área segura”, protegida por sus Cascos Azules de
cualquier tipo de agresión.
En mayo de 1992, las tropas del ejército Bosnio,
lideradas por el comandante y líder musulmán Naser Orić volvieron a retomar
parte del territorio perdido, incursionando en pueblos serbios y provocando
importantes matanzas entre la población civil, así como la destrucción de
varias iglesias cristianas ortodoxas. La contraofensiva estaba asegurada, y más
tras quedar al mando de las tropas serbo-bosnias Ratko Mladić, jefe del estado
mayor del ejército de la República de Srpska, y que sería el autor material del
genocidio que se avecinaba. Las tropas serbo-bosnias seguían avanzando sobre el
territorio Bosnio, y los habitantes civiles de la zona seguían huyendo en masa
hacía la ciudad de Srebrenica, considera por todos como área segura, bajo el
mando de las Naciones Unidas. Esta zona en un primer momento estuvo controlada
por soldados franceses y canadienses, pero pronto serían sustituidos por
miembros del ejército holandés.
Estas tropas holandesas bajo el mando del teniente
coronel Thom Karremars, tenían como orden principal proteger la vida de los
musulmanes bosnios que vivían en torno a la ciudad de Srebrenica, donde por
esas fechas habitaban más de treinta mil refugiados en condiciones poco
humanitarias. El 2 de julio de 1995 el ejército serbo-bosnio decidió atacar la
ciudad de Srebrenica, los soldados holandeses no hicieron mucho por
evitarlo-asegurando que no tenían tropas suficientes-. Realizaron peticiones
urgentes de ayuda a la OTAN, que en primer momento fueron denegadas, y que
cuando llegaron lo hicieron demasiado tarde, la ciudad de Srebrenica ya había caído
en manos serbias. Los Cascos Azules holandeses huyeron hacía Potočari, donde
tenían su acuartelamiento central. A las puertas del complejo de la ONU se
agolparon rápidamente los habitantes de la ciudad ocupada pidiendo ayuda, pero
sus suplicas fueron desoídas, incluso algunos hombres civiles que se
encontraban en el interior de las instalaciones fueron obligados a irse. Era 15
de julio de 1995.
Fue entonces cuando comenzó la masacre, el
genocidio. Las tropas serbias encabezadas por Ratko Mladić, separaron a los
hombres de entre dieciséis y sesenta años del resto de la población. Las
mujeres y niños fueron enviados en camiones a Kladanj, zona bosnia supuestamente
segura, y fuera del territorio que tanto ansiaban los serbo-bosnios para crear la
Gran Serbia. Los hombres sin embargo fueron enviados a diferentes lugares donde
fueron ejecutados, haciendo desaparecer sus cuerpos. Por supuesto, en las
caravanas de la muerte que supuestamente se dirigían a territorio Bosnio
seguro, se multiplicaron las violaciones sistemáticas de mujeres, e incluso sus
asesinatos, junto al de algunos niños y ancianos. Muchas de esas mujeres
fueron secuestradas, para ser violadas hasta la muerte en burdeles utilizados únicamente
por militares serbo-bosnios. Se calcula que en los nueve días posteriores al 15
de julio de 1995, al menos 8.400 personas de étnica bosníaca-bosnios
musulmanes- fueron asesinados de forma premeditada por el ejército serbio,
buscando llevar a cabo la limpieza étnica del territorio mediante un genocidio.
Las tropas holandesas de las Naciones Unidas no solo
no socorrieron a los perseguidos, sino que no avisaron a sus superiores de la
tragedia humanitaria y la persecución étnica que se estaba produciendo en la
zona, aplicando una política de silencio. Esta actitud levantó recelos entre
las autoridades de las Naciones Unidas, y algunos miembros del Tribunal de los
Derechos Humanos, más aún cuando comenzaron a escucharse rumores de algunos
supervivientes, como los lanzados por traductores bosnios de los propios
militares holandeses, y por otros miembros de los Cascos Azules; los cuales
aseguraron que el contingente holandés, no sentía ninguna simpatía por las
personas a las que debían defender, e incluso que en la conciencia general del
grupo se creía que los buenos de todo
aquello eran los serbios. Lo que pudieron haber sido solo unos comentarios
malintencionados pasó a mayores, cuando se hizo pública una foto en la que aparece
el responsable de las tropas holandesas, Thom Karremans, brindado con Ratko
Mladić-el líder del ejército serbio-, poco después de que los serbo-bosnios
tomaran la ciudad de Srebrenica. Tengo la foto delante mientras escribo estas líneas,
y la actitud de ambos deja poco margen a las dudas.
Cuando todo había terminado, cuando las guerras de
Bosnia y la de los Balcanes se detuvieron, cuando la antigua Yugoslavia dejó de
existir y las aguas se calmaron relativamente, comenzaron los juicios. El
primero en ser condenado por su responsabilidad civil fue el ejército holandés
de las Naciones Unidas, lo que hizo que el gabinete del gobierno holandés, con
el presidente del gobierno a la cabeza dimitiera en pleno. Un hecho poco frecuente
entre los políticos de la época, por ejemplo el secretario general de OTAN por
entonces, un tal Sergio Balancino, y su sucesor inmediato, el español Javier Solana-que
asumió el mando a final de 1995-, no solo no dimitieron cuando se supo la
actuación de sus muchachos tocados de azul, sino que tuvieron la cara de decir
que se enteraron por la prensa. Se lavaron las manos, dejando al pueblo bosnio
a su suerte, poniendo sonrisa falsa e hipócrita ante los medios de comunicación,
mientras por lo bajo negociaban con los carniceros serbios. Los muy bastardos.
Por su parte
el comandante y líder musulmán bosnio Naser Orić, fue condenado por crímenes de
guerra en sus incursiones a territorio Serbio. Slobodan Milošević, que fue uno
de los principales culpables de que se montara el tinglado en los Balcanes, fue
detenido en Belgrano en el año 2001, y trasladado a La Haya para ser juzgado
por crímenes de guerra y genocidio, pero en 2006 apareció muerto en su celda si
ser juzgado. Los dos máximos responsables del genocidio bosnio en
Srebrenica, Ratko Mladić, autor de la matanza
y Radovan Karadzic, expresidente Serbo-Bosnio e ideólogo del genocidio fueron
puestos en busca y captura, pues habían tenido tiempo suficiente para escapar.
Karadzic fue detenido en 2008, su juicio como ideólogo comenzó un año después y
aún no tiene sentencia. Mladić, fue detenido en 2011, y por supuesto aún no ha
sido juzgado. Pero aunque estos tipos sean juzgados y condenados, no representan
ni una milésima parte de los culpables. En los Balcanes los hijos de puta se
contaban por miles, todos ellos auspiciados por miembros de las Naciones Unidas
y bajo la mirada lasciva y esquiva de Europa. Y así seguirían si Bill Clinton,
y las tropas norteamericanas no hubieran parado la masacre balcánica, dando un puñetazo
sobre la mesa, imponiendo el sentido común y haciendo valer el valor
humanitario. Que también tiene guasa que tuvieran que ser precisamente ellos,
pero así fue la cosa y hay que reconocérselo.
Veinte años después del sitio, asedio, toma y
masacre de Srebrenica, centenares de los cuerpos de los asesinados no han sido
recuperados o identificados, el odio entre serbios y bosnios es palpable en
cuanto salta una chispa, y la localidad bosnia de Srebrenica es una ciudad
fantasma. Los supervivientes tampoco descansa en paz, algunos no han recuperado
ningún resto de sus desaparecidos. Sus vidas quedaron mutiladas aquel julio de
1995, cuando sus familiares quedaron reducidos a meros fantasmas que se presentan
a cada segundo en sus cabezas. Un síntoma más de lo que se ha venido a calificar
como síndrome Srebrenica, y que no tiene cura.
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